“El inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores. Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro”.
Papa Francisco
A propósito de los constantes brotes de xenofobia (rechazo al extranjero) que han surgido en todo el país, quisiéramos hacer unas reflexiones desde la encíclica Fratelli Tutti al tema migratorio venezolano. Asunto que no es ajeno al Suroeste antioqueño, y que toma mucha relevancia en estas épocas en donde nuestras frustraciones ante las crisis sociales y económicas nos hacen mirar con recelo al más débil, pensando que son ellos los que nos van a quitar lo poco que tenemos. Y bajo esas premisas los culpamos de las desgracias y les atribuimos responsabilidades que no tienen frente a las crisis.
En esta encíclica, el Papa
Francisco pone sobre la discusión de la migración volver a la Parábola del buen
samaritano:
«Un maestro de
la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué
debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “Qué está
escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda
tu mente, y al prójimo como a ti mismo”. Entonces Jesús le dijo: “Has
respondido bien; pero ahora practícalo y vivirás”. El maestro de la Ley,
queriendo justificarse, le volvió a preguntar: “¿Quién es mi prójimo?”. Jesús
tomó la palabra y dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos
de unos ladrones, quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron,
dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo camino,
lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al mismo
lugar, dio un rodeo y pasó de largo. En cambio, un samaritano, que iba de
viaje, llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió
profundamente, se acercó y le vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino.
Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un albergue y se quedó
cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos monedas de
plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’.
¿Cuál de estos tres te parece que se comportó como prójimo del hombre que cayó
en manos de los ladrones?” El maestro de la Ley respondió: “El que lo trató con
misericordia”. Entonces Jesús le dijo: “Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc
10,25-37).
La relevancia de esta Parábola es muy clara para el tema migratorio, porque nos invita a ver en el extranjero un prójimo al que debemos ayudarle y brindarle nuestra amabilidad por el hecho de ser hijo de Dios. De ahí que, una verdadera posición cristiana es la de reconocer en el migrante “la inalienable indignidad[1] de cada persona humana más allá de su origen, color o religión”. Para Francisco ninguna posición política puede estar por encima de esta convicción de la fe que debe guiar a cualquier cristiano.
Una segunda invitación frente al
migrante es la de los cuatro verbos que propone el Papa: “acoger (los),
proteger (los), promover (los) e integrar (los).
Pero además de estas dos
invitaciones, hay algo relevante que recalca el Papa Francisco y que podríamos
leer como una tercera:
“Lo ideal
sería evitar las migraciones innecesarias y para ello el camino es crear en los
países de origen la posibilidad efectiva de vivir y de crecer con dignidad, de
manera que se puedan encontrar allí mismo las condiciones para el propio
desarrollo integral”.
Es decir, que no solamente basta con ayudar e integrar al migrante en nuestro país, también es necesario asegurar ciertas condiciones en el país de origen para evitar más migración forzada. Por ejemplo, de nada sirve acoger, proteger, promover e integrar al venezolano en Colombia, si nuestro Gobierno apoya una desestabilización o una intervención militar en Venezuela, pues eso desembocaría en más personas saliendo de ese Estado. El ejemplo claro es Europa. En este continente hay una fuerte preocupación por el aumento de la migración, pero más allá de la discusión sobre la acogida y sobre la apertura de fronteras, los europeos deberían dar un debate alrededor de la participación de occidente en la desestabilización de los países africanos y de oriente medio que han ocasionado el exilio de tantas personas.
Estas anotaciones que nos
presenta el Papa son muy importantes para seguir fortaleciendo en nuestra Red
de Artesanos una visión alternativa de lo social en el Suroeste. Que haga
énfasis y se enmarque en el amor al
prójimo/migrante (como característica fundamental de la experiencia cristiana),
en la misericordia (como compasión
frente al más necesitado) y desde la
tolerancia (como convivencia entre los diferentes).
Por último, hay una cita del Papa que nos debe hacer reflexionar frente al trato al migrante: “El inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores”. El deber entonces es darle un trato digno al venezolano, lo cual implica relacionarnos con respeto, darles garantías laborales, brindarles los derechos que cualquier persona tiene y extenderle nuestra fraternidad.
[1] La
dignidad es un derecho que cualquier persona tiene por el hecho de nacer. No
puede ser enajenable. Una persona no puede renunciar a la dignidad y tampoco un
Estado puede desconocerla.